Me encontraba en uno de esos intervalos de tiempo que transcurren entre que terminas de leer un libro y aún no has comenzado otro; ese feliz momento del nuevo empezar. Recorría una y otra vez los estantes de mi humilde biblioteca a la espera de decidir qué libro sería el elegido cuando mi mirada se paró en un viejo amigo, encuadernación de tapa blanda, unas trescientas páginas, con los restos de antiguas batallas en forma de subrayados y anotaciones en su interior. Mi mano lo sacó de entre sus compañeros (un libro de poemas de Bukowski a la izquierda; El sistema periódico de Primo Levi a la derecha. Esto demuestra el desorden que impera entre mis libros. Creo que tengo mucho trabajo pendiente), dejando ese tierno hueco del elegido, del que se sabe objeto de deseo y se pavonea ante la atónita mirada de Abel Sánchez.
Releer es una prueba de fuego para cualquier libro (y para cualquier lector). Si tenemos la necesidad, por inexplicable que sea, de releer un libro es un buen síntoma; esa obra funciona, al menos con nosotros. Pues bien, durante unos días estuve releyendo Esculpir en el tiempo de Andrei Tarkovski. Se trata de un ensayo formado por reflexiones, conferencias y artículos en los que Tarkovski hace un recorrido vital por su forma de ver, hacer y pensar el cine. Director de una obra tan corta como intensa, autor de cintas que no dejan impasible al espectador, Tarkovski nos regala unos textos trufados de ideas acerca del sentido del arte, del cine como moldeador del tiempo (de ahí su poético y acertado título. Y es que para el director ruso el cine era Esculpir en el tiempo) y creador de espacios.
Como los grandes libros de cine (El cine según Hitchcock de Fracois Truffaut, Cine o sardina de Guillermo Cabrera Infante o Sobre John Ford de Lindsay Anderson) Esculpir en el tiempo es mucho más que un ensayo sobre el séptimo arte; es un libro muy bien escrito (que ya es más de lo que se puede decir de muchas novelas que obtienen millonarios premios), un libro plagado de ideas inteligentes acerca del sentido último del arte y del hombre, de la relación entre la fe y el acontecimiento de crear.
Tarkovski montó su última película Sacrificio mientras recibía sesiones de radioterapia en un hospital. Murió sin poder ver cómo en el festival de Cannes el jurado, la crítica y el público aplaudía su cinta.
MARCO A. TORRES